Es un reto complejo. Un desafío atractivo, apasionante, difícil de llevar a cabo. Pero opino que la Fundación tiene ese papel de bisagra, de herramienta útil para por lo menos dar las pautas al consumidor final de qué está pasando, cómo dirigirse en su camino, informarse con criterio y rigor. Al mismo tiempo, debemos utilizar las ventajas de la transformación digital que antes no existían, como el papel de la tecnología, para precisamente, dar al consumidor final herramientas y pistas para encontrar la información honesta, rigurosa y real. En ese sentido, en la Fundación ya estamos generando un observatorio tecnológico para empezar a desarrollar desde las tecnologías basadas en inteligencia artificial, soluciones que den al consumidor final pautas para, por lo menos de forma predictiva, detectar cuando la información no es rigurosa y la veracidad o no de la misma. En este aspecto, hay que darle la vuelta al papel de la tecnología, que a veces es dañina y puede distorsionar el valor de la información real para ponerla al servicio del consumidor final. Ese es nuestro reto.